domingo, 12 de abril de 2015

Un viaje en metro

Pues hace un tiempo iba yo en metro, y me dio por fijarme en la gente que tenía alrededor. Daba igual al lado, que en frente, que a la otra punta del vagón.
El caso es que, disimulada o descaradamente, todo el mundo iba intentando enterarse de las conversaciones ajenas.
Y la cosa me hizo gracia.
A mí, tres paradas de viaje me han servido para presenciar broncas, reconciliaciones, críticas a la amiga que acaba de bajarse, siestas…

Y es que tú te sientas ahí, en el asiento ese que está más duro que el asfalto, casi siempre caliente y a veces húmedo, que te hace pasar un asco de mil cojones, y te pones a pensar…si vas acompañada pues intentas hablar en voz baja porque sabes que, exactamente igual que haces tú, seguramente habrá alguien tratando de leerte los labios para saber de qué hablas.
Pero si vas sola…pues sí. Intentas evitarlo, ponerte a pensar en tus cosas, en lo que vas a hacer cuando llegues, o en mi caso, en el pateo que me espera desde mi parada hasta que llegue a mi casa, pero al final, caes. 
Empiezas sin mirar, intentas sólo escuchar, pero al final dices ¡qué coño! y miras descaradamente a esas dos crías que se cuentan lo que hicieron la pasada noche, la conversación telefónica en la que ella le cuenta a él cómo le ha ido el día y la bronca que ha tenido con su madre…todo muy morboso.

Y hay gente boba, que por estar al lado de un tipo con auriculares, habla un poco más alto de lo normal.
Pero a ver, gilipollas, que el que tienes al lado está escuchando, que se ha bajado el volumen del auricular y te está dotoreando todo lo que dices.

Ahora, con la versión 2.0 del golear en el metro llega el whatsapp. Eso que tu vecina de asiento tiene el móvil a la misma altura que tus ojos y tú, que no sabes hacia dónde mirar, lees lo que escribe. Y como no sabes de qué va el tema te dan ganas hasta de preguntarle.

También mola la gente que se duerme, en concreto, la gente que por haberse dormido se pasa de parada, y cuando abre el ojo se da cuenta de que está jodido. Y dices jolín, pobre, pero vamos, que te descojonas de boca para dentro.

Y también los hay que cantan, que se dan el lote, que cantan y hasta que lloran. Y que huelen a tigre, los muy guarros, porque aquí una servidora, que tiene estatura sobaco (llámese así a quien la nariz le llega justo al sobaco del resto del mundo), pues acaba mareá.
Señores que fabrican metros, no pongan las barras para agarrarse allá arriba, primero porqué al jugar el aire, la peste a sobaco se propaga más rápido, y segundo porque yo no llego, coño.

Total que si estás atenta, viajar en metro es como golisquear un catálogo de ropa, donde está lo que te encanta, lo que consideras pasable, y lo que nunca te pondrías. Está bien eso de llevar chaleco de pelo y cuñas. Siempre lo he visto igual de absurdo que short y leotardos. 
En conclusión, viajar en metro no es aburrido, si te lo montas bien, es como leer el ¡Hola! pero en plan anónimo y sin gastarte el dinero en revistas.


¿El secreto? Gafas de sol y auriculares; da igual que estén conectados al móvil, o el cable acabe suelto en el bolso. 

Siempre cuela.


Y ahora que la entrada nueva ha terminado, quisiera agradecer a tooodo el mundo que ha estado entrando durante todo este tiempo que por motivos personales no he podido publicar, porqué agrada saber que hay gente que se interesa por el blog. Prometo recompensar :)