viernes, 31 de octubre de 2014

La soledad...

…Está unas veces infravalorada, y otras sobrevalorada.

Infravalorada porque…
 ¿A quién no le gusta levantarse un día y que su casa esté desierta?, llegar de trabajar, soltar todos los amarres y ponerse en bragas (o pijama, o calzoncillos), capuccino en mano a ver la tele, leer, beberse una Coca Cola fría o dormir…
¿Quién no añora un baño con la puerta abierta, poder llorar a moco tendido por cualquier tontería sin que se preocupen demasiado o se rían de ti? Sí señor, yo me inflo a llorar de vez en cuando. Por nada y por todo, porque me desahogo, por todo y por nada. Y no pasa NADA. Después de eso, taconazo, morros rojos y a triunfar (no es literal, es más bien una filosofía de vida).
Ir de compras sola…a pasear…y tomarte un café en esa cafetería por la que pasa tanta gente al cabo del día.
A mi me gusta la soledad. Un ratito a la semana. O al mes.      
                    
Sobrevalorada porque…
¿A quién no le tranquiliza estar mal y poder levantar el teléfono a cualquier hora del día, sabiendo que te van a responder?
Ir al cine, a cenar, o no salir de casa.
Dormir oyendo la respiración del otro, comer pipas…esperar en una sala de espera cinco horas charlando con alguien sabe a menos (aunque la jodienda de las cinco horas os la coméis los dos).
Una charla de horas y horas y horas (con tu amor, mejor amig@, herman@…), éso es muy bonito.
Vas por la playa, cogida de la mano de alguien, de repente te paras en un banco y empiezas a ver gente, sin hablar. Sola en tus pensamientos, pero bien acompañada.

La soledad es preciosa, siempre y cuando no sea impuesta. Uno debe elegir cómo pasar su vida.
Estar acompañada en la vida es precioso, siempre y cuando sea una elección.
También los hay que viven toda su vida rodeados de gente, y sin embargo viven solos toda su vida.

Eso sí que es triste. 

Vamos a ver, que todo el mundo necesitamos estar solos de vez en cuando porque no nos aguantamos ni a nosotros mismos, odiamos hasta el aire que respiramos y nada de lo que nos digan ni hagan nos sienta bien. Sólo tenéis que recordar que durante ese tiempo, el que os acompaña no tiene la culpa de que vosotros os sintáis así.
Al día siguiente nos levantamos siendo los más frágiles del mundo y lo que necesitamos es que todo el mundo que nos rodea esté pendiente de nosotros y nos lleve entre algodones. No hay que enfadarse si eso no sucede.

Nadie tiene por qué saber en qué plan estamos hoy.




¡Aquí me encontraréis!

Instagram

jueves, 30 de octubre de 2014

La interminable lucha entre el debo, el quiero, y el puedo.

(Iba a escribir una entrada semanal, cada domingo , pero me he dado cuenta de que lo he cogido con más ganas de las que me esperaba).
Al lío.

"Debo acostarme pronto porque mañana madrugo."
"Tengo que hablar con fulanita para ver si podemos quedar la semana que viene y cerrar no se qué trato."
"Te llamo y quedamos para por la tarde, y nos veremos (justo) a la hora que hemos acordado", que por otro lado, es la misma de siempre.
"No puedo ir a ese restaurante por el que babeo  cada vez que lo veo, porque luego me paso la semana maldiciendo este renglón nuevo que me ha salido entre la espalda y el culo".
"Tengo que aprovechar las botas reventadas de hace tres años, porqué debo gastar mi dinero en cosas más útiles", como por ejemplo, un paquete de tabaco tras otro.
Y así una lista infinita de debo, tengo…
¿Y el quiero, me apetece, o simplemente me lo regalo?

Vivimos rodeados de verbos imperativos, ¡qué rollo!
A ver, que ya vamos teniendo una edad y está claro que tenemos ciertas (muchas) obligaciones, quehaceres diarios… pero no podemos vivir por y para las obligaciones.

Que está muy bien eso de ir a trabajar todos los días (el que tenga trabajo, claro, qué risa), rectos como un palo y obedecer en todo lo que nos manden y tal.
Que está claro que no podemos pasarnos la vida visitando restaurantes italianos para meternos una pechá de pizza o pasta entre pecho y espalda, ni tampoco debemos comprar a la ligera…
Pero, ¿qué pasa si un día hacemos algo que no esté esquematizado ni apuntado en nuestra agenda (esa de Mr. Wonderful que taaaaanto nos costó conseguir)?

Te levantas un día, y te vas a por ese alguien que hace tanto que no ves, (si ves que tal llama media hora antes por si lo pillas ocupado de verdad), te vas al mejor restaurante italiano (baratillo eso sí) y te metes una pizza familiar con dos litros de Coca Cola pal body.
De repente pasas por una tienda y ves algo que sin hablar te está llamando.
La parte racional dirá nooooo pero tu parte pasional, ésa que sacamos más bien poco a pasear, te hará entrar, y con los ojos medio tapados, gastarte ese pellizquito que antes gastabas igualmente en chorradas y volaba sin darte cuenta.
Y si de repente, das con un libro bonito, entretenido, o simplemente te ves enganchada a él, y te quedas hasta las 4 de la madrugada leyendo, nadie te va a martirizar. Nadie excepto el dolor de cabeza y las ojeras de mapache al día siguiente. Pero somos mayorcitos y asumimos la responsabilidad. Eso y un termo de café de cinco litros, por favor.
De repente quedas con alguien que hace siglos que no ves, una cosa lleva a la otra, cena, una copa, dos, tres…siempre y cuando no conduzcas, ¿qué más da llegar un día a casa borracha como una cuba? ¿Las formas? Las formas no se pierden por ir piripi, y quien pierde las formas por ir piripi, es que nunca tuvo formas.

Que no pasa nada porque de vez en cuando improvisemos, porque cambiemos un día cualquiera por uno de vacaciones (con antelación, por dios) y nos lo pasemos en la cama durmiendo, cara a Twitter, o a Facebook.

Pasa que cuando llevamos una temporada larga haciendo lo que toca, perdemos la óptica espontánea de la vida, esa sonrisilla infantil que se nos pone cuando de vez en cuando hacemos una trastada. Y eso no puede ser. Nunca hemos de perder el espíritu aventurero. Que no se pierda aquello de salgo de casa con una bolsa, sin saber ni dónde comer, ni qué ver, ni dónde cenar ni dormir.
Eso, muchas veces nos da la vida. Y es que la vida poco a poco se va, y ya que nada nos salva de la muerte, que la diversión nos salve de la vida!!

Hay que hacerle más caso al corazón que a la cabeza, siempre.
Dentro de los términos legales por favor, no vaya a ser yo defensora de la anarquía.





¡Aquí me encontraréis!

Instagram

miércoles, 29 de octubre de 2014

Pero ¿nunca? Nunca, nunca.


Ahora empiezo. Llevo meses, o quizá años, pensando en sentarme a escribir todo lo que en determinados momentos de mi vida se me pasan por la cabeza, pero nunca, entre unas cosas y otras, me he hecho el ánimo.
Siempre he tenido un diario, desde pequeña, hasta mi adolescencia, que fue sustituido por el fotolog, y ahora, el portátil.
Y es que desde siempre he sentido la necesidad de escribir lo que siento; mis opiniones, mis miedos, mis alegrías y mis penas. Me gusta más escribir que hablar, me expreso mejor por escrito que hablando, y me gusta más leer que escuchar.
Supongo que éste es uno más de los propósitos que todos nos hacemos en septiembre, para la vuelta al cole. Entre los míos también están reforzar mi inglés y ponerme en forma, como no podía ser de otra manera. Hacer más ejercicio, comer más sano, culturizarme más…y escribir.
Escribir, porque hace aproximadamente 3 años llegó a mi vida una personita de gran corazón y talento para esto: para escribir. Ella da serenidad a mi vida, y muchas veces, con sus casi 17 años, me enseña que hay que luchar por lo que uno quiere, pensamiento que yo pregono muchísimo a la gente que me rodea pero que realmente pongo en práctica más bien poco.
Y es que es verdad que escribir me ayuda a ordenar mis ideas, a saber expresarme y analizar mis problemas. Un problema escrito nunca suena igual que como pensamiento. Siempre parece más simple, y eso me ayuda a gestionar mi vida.
Mi pasión en la vida son los niños, los niños pequeños y los que ya no lo son tanto. Mi ilusión siempre ha sido poder cuidar de niños que todavía no se valen por sí mismos, y si puedo colaborar en su educación y enriquecimiento personal, mucho mejor. Por eso estudié Educación Infantil. Y lo digo así porque no me gusta decir “me hice educadora”, yo nací siendo educadora, y moriré siendo educadora. Pero también me gusta enseñar, ayudar a la gente a aprender cosas, y a hacerse más grandes como personas, aunque esto último no viene escrito en ningún libro.
Por eso creo que realmente mi pasión en la vida es la gente.


Hay que andar por la vida pensando que vas a aprender algo nuevo de todas y cada una de las personas con las que te vas a tropezar, sea bueno o sea malo, pero siempre se aprenderá algo. Ése es mi mantra.
Así que a partir de ahora, y aunque sea para mí sola, escribiré.

Bienvenid@s al blog donde podéis refugiaros, ése que se lee a última hora del día cuando recordáis todo lo que os ha sucedido, y si os desveláis, hasta os planteáis la utilidad de vuestra existencia.
Un blog que sale de las conversaciones conmigo misma. LLeno de palabras que nunca dije.



¡Aquí me encontraréis!

Instagram