lunes, 15 de diciembre de 2014

Final de la primera temporada

Llevo 31 entradas, en las que os he hablado sobre cosas que me parecían interesantes, cosas que muestran un poco más cómo soy, cosas que, verdaderamente, nunca dije.

Hemos cogido el blog con muchas ganas; yo como la que escribe y vosotros como los que leéis, pero como conozco cómo va ésto, he de anunciaros que el blog cierra hoy lo que he decidido llamar algo así como la "primera temporada".
Y no lo hago por falta de ganas de escribir, porque como dije en las primeras entradas, he cogido este proyecto con muchas más ganas de las que imaginé, y ha tenido una repercusión que ciertamente sí imaginé, pero que siempre creí que se quedaría en mi imaginación.
No quiero ser repetitiva ni en los temas sobre los que escribo ni en la forma en la que escribo, ese es el verdadero porqué de esta pausa que será pequeñita, sólo hasta después de Navidad.



Espero que al volver sigáis todos ahí, y podamos volver a disfrutar yo de escribir, y vosotros de leer.

Cierro esta primera etapa de Las cosas que nunca dije con más de 900 visitas, y eso para una persona que jamás se creyó capaz de lanzarse a escribir para que los demás la lean, es un motivo más que de sobra para morirse de amor!!!

Os mando un beso enooooooorme a los que estáis al otro lado de la pantalla, os deseo una muy feliz Navidad, aunque sabéis que yo no creo en ella, y nos vemos el día 1 de enero con más entradas, y con más cosas que nunca dije


Aquí me encontraréis!

Instagram

viernes, 12 de diciembre de 2014

Chocolate y felicidad


Hace tanto tiempo que ya nadie se acuerda de que hubo una época en la que cada niño vivía con un duendecillo de la felicidad que lo acompañaba desde el día de su nacimiento. Los duendecillos se alimentaban de la alegría de los niños, y por eso eran expertos inventores de juguetes y magníficos artistas capaces de provocar las mejores sonrisas.

Con el paso de los años, los duendes mejoraron sus inventos y espectáculos, pero la alegría que conseguían era cada vez más breve. Por más que hicieran, los niños se volvían gruñones y exigentes cada vez más temprano. Todo les parecía poco y siempre querían más. Y ante la escasez de felicidad, los duendes comenzaron a pasar hambre.

Pero cuando pensaban que todo estaba perdido, apareció la pequeña Elsa.

Elsa había sido una niña muy triste, pero de pronto se convirtió en la más poderosa fuente de alegría. Ella sola bastaba para alimentar cientos de duendes. Pero cuando quisieron felicitar a su duende, el pequeño Flop, no lo encontraron por ningún sitio. Por más que buscaron no hubo suerte, y cuando lo dieron por muerto, decidieron sustituirlo por Pin, el mejor duende de todos.

Pin descubrió enseguida que Elsa era diferente. Ella no disfrutaba mucho con los regalos y maravillas de su duende. Regalaba a otros niños la mayoría de juguetes que recibía de Pin, y nunca dejaba que su duende actuase solo para ella. Vamos, que parecía que su propia alegría le importaba mucho menos que la de los demás niños y a Pin le preocupaba que con esa actitud se pudiera ir gastando toda su energía.

Una noche, mientras Pin descansaba en su cama de duende, sintió algo extraño bajo el colchón, y al levantarlo descubrió la ropa de Flop, cubierta de chocolate dorado. Como todos los duendes, Pin conocía las leyendas sobre el chocolate dorado, pero pensaba que eran mentira. Ahora, viendo que podían ser ciertas, Pin corrió hacia la cama en que dormía Elsa y miró a través de sus ojos. ¡Allí estaba Flop, regordete de tanta felicidad! Pin sabía que desde dentro Flop no podía verle, pero volvió a su cama feliz por haber encontrado a su amigo, y por haber descubierto el secreto de la felicidad de Elsa: Flop la había convertido desde dentro en un duendecillo de la felicidad, y ahora que estaba tan ocupada haciendo felices a otros se había convertido en una niña verdaderamente feliz.

Los días siguientes Pin investigó cuanto pudo sobre el chocolate dorado para enseñar a los demás duendes cómo hacer el mismo viaje. Bastaba con elegir un niño triste, posarse en su mano mientras dormía, darle un fuerte abrazo, y desear ayudarlo con todas sus fuerzas.
Así fue como Pin se convirtió en un bombón dorado. Y a la mañana siguiente aquel niño triste se lo comió. Aunque sabía que no le dolería, pasó muchísimo miedo, al menos hasta que le tocó la lengua, porque a partir de ese momento sintió las cosquillas más salvajes y rió y rió y rió… hasta que estalló de risa. Y entonces apareció en el alma de aquel niño triste, dispuesto a convertirlo en un auténtico duendecillo de la felicidad ayudando a otros a ser más felices.

Los demás duendes no tardaron en imitar a Pin y a Flop, y pronto cada niño tuvo en su interior un duendecillo de la felicidad. El mismo que aún hoy nos habla todos los días para decirnos que para ser verdaderamente felices hay que olvidarse un poco de las propias diversiones y hacer algo más por los demás.



Por los bonitos cuentos que una encuentra por ahí.



¡Aquí me encontraréis!

Instagram

miércoles, 10 de diciembre de 2014

Influyes demasiado en mí

Qué bien sienta cuando ves a una “amiga” por la calle con la que hace tiempo que no hablas y de repente, te dice… es que desde que tienes novio ya no sales con nosotras, parece que ahora sólo haces lo que le gusta a él.

Ah muy bien, sólo te jode desde que tengo novio, el hecho de que antes de empezar con él no saliera con vosotras no te avisa de que no estoy a gusto contigo y con el resto.

Y es que a veces es verdad.

Yo personalmente sigo siendo la misma desde hace seis años y pico, creo. Me sigue gustando lo mismo, sigo pensando igual, hablo con la gente que considero amiga igual que antes. E ignoro a la misma gente que ignoraba antes.

Pero hay personas que están demasiado influenciadas por sus parejas. Yo lo he visto.

De repente, ellas dejan de vestir como vestían, dejan de actuar como actuaban, de hablar con quien hablaban…
Ellos dejan de salir con quien salían, de hacer lo que hacían…

Vale que cuando tenemos pareja hemos de acostumbrarnos a mirar por dos, hemos de aceptar que no podemos hacer lo que nos plazca siempre, y que ahora hay una persona que se preocupa por nosotros, pero de ahí, a dejar de ser lo que éramos…

Hay un caso muy curioso; una pareja que pegan entre sí menos que el oro y la plata (mala pata…), él celoso como el que más, ella una tía joven, normalita, pero tan dulce que encandila por dónde pasa. Yo no sé qué les da, que se quedan prendaos
Ella con unos amigos un poco babosos, pero buena gente todos, de estos que si te descuidas te meten la mano por debajo de la falda, pero que si tú los paras, recogen armas y son chicos normales. Y tan amigos. 

Él bastante más mayor que ella, y demasiado acaparador, hasta el punto de llamarla 10 veces en medio día para ver cómo va la cosa cuando queda con amigas. Ella, cede. Cede por evitarse broncas, dice. Querida, si salir con amigas supone una bronca, este pavo no es tu pavo. Pero ella no lo ve, y yo pienso que más que enamorada está enganchada.

Cuando conocemos a alguien que nos atrae y sabemos que el sentimiento es mutuo, tenemos dos opciones, que no siempre son de libre elección. La primera es enamorarse, y la segunda, engancharse. Y así se crea una especie de dependencia, en la que sólo su bienestar es nuestro bienestar.

 Y una mierda. Relación tóxica, le llamo yo.

Cariño, el finde que viene me voy con unos amigos a tomar algo. O de acampada. O me voy con mi amiga a su ciudad a pasar el finde en su casa y a comer chuches, beber Moët y a ver pelis de llorar. Quizá también me enseñe su ciudad. Haremos turismo guiri y tal. Iré con cuidado de no equivocarme de tren, te aviso cuando llegue y cuando salga el tren de vuelta. Si quieres, cuando llegue me recoges, nos vemos y cenamos algo.

¿Veis qué fácil? Y la otra parte, debe estar de acuerdo, porque es su obligación moral y legal.

Pero claro, los que están enganchados no ven nada con claridad. Tanto ellos como ellas, que también sé de casos en los que un amigo se ha separado de su amiga del alma porque a la novia le caía mal. 

Vale que no es plan de que tu novia piense que te trincas a tu mejor amiga cuando ella no está, pero querida, si quisieran, estarían hartos de follar. Se conocen desde los 10 años, por Dios, y no lo han hecho, porque sólo son amigos, así que quizá, más que celos, lo que le tienes es envidia, porque tías como tú ha tenido varias, amigas como ella, sólo una.
Pero que no que no, que a la amiga la mandó a tomar viento fresco, y se quedó con la Barbie morros de choto.

Así que lo mejor sin duda es enamorarse. Respetar que los dos teníais una vida antes de empezar a salir. Que si a ti te jode que él se vaya un domingo al futbol cuando habías planeado tarde de peli, sofá y manta juntitos y revueltos, a él seguramente le joda tener que llevaros a tus amigas y a ti de compras, o que le chafes una cena súper molona que te tenía prevista contigo porque justo esa noche hacéis quedada de exalumnos. 
Y de esto va la cosa.

No os enganchéis nunca, enamoraros, que es lo más bonito del mundo.

Cada uno su espacio. Él para jugar a la Play, y tú para escribir, leer, etc.
Él para salir con sus amigos, y tú con los tuyos.

Y que así sea, por los siglos de los siglos, no me falléis (Amén me parecía demasiado ostentoso).


¡Aquí me encontraréis!


Instagram

martes, 9 de diciembre de 2014

Detalles que nunca pasan de moda

No sé por qué, el otro día miraba a mis abuelos, y me los imaginaba cuando eran jóvenes, festeando, que suele decir aquí para referirse al primer período de una relación, en la que todo es purpurina y corazones de algodón rosa.

Me preguntaba si los noviazgos de ahora serían como los de antes. Y mi conclusión fue que, en parte, sí. Claro que sí.

Aunque hay cosas que ya no se llevan, como eso de que tu novio te pida la mano delante de toda tu familia, que hable con tu padre para ver si lo deja casarse contigo (gracias a Dios que ya no se lleva, no he visto cosa más cursi en mi vida), también está eso de que vaya una tuna a cantarte a la puerta de tu casa (gracias a Dios también), que el pretendiente hable con el hermano mayor de su adorada para que lo acompañe a proponerle salir y cosas por el estilo, hay detalles que siguen siendo actualidad, aunque cada vez menos, también es verdad. Porque los jóvenes de hoy en día, que diría mi abuela, nos los estamos cargando.

Ahora, las cartas de amor, son whatsapps llenos de emoticonos cursis.
 Y leer algo que tu churri escribe, de su puño y letra, para mí, tiene más emoción.
Jamás he sido chica de flores, creo que no hay nada más triste y efímero que una flor, pero lo cierto es que el hecho de que venga cargado con una rosa blanca bien bonita, para que tú te derritas, y la tengas como mucho, una semana ahí bien expuesta para que todo el mundo la vea, es bonito. 

Bonito y casi un mito, porque cada vez ocurre menos.

Y que conste que no estoy hablando de mí eh, hablo en general, por lo que he vivido, he visto, y preguntado por ahí, que quede bien claro.

Una nota en la almohada mientras él está en el baño, ¿lo habéis probado? 
Pues es lo más simple y barato del mundo, y un detalle que le dice que aunque ya no estás en su casa, sigues estando y acordándote de él.

No sé por qué caemos en el error de pensar que un detalle, cuanto más caro, más va a gustar.
Que no. Evidentemente, para nosotras  no es lo mismo un anillo de Tiffany´s que de los chinos, ni para ellos es lo mismo unas entradas para un para un partido en el que se dispute la final de algo en lo que Dios quiera que su equipo favorito esté metido, que entradas para un amistoso, Valencia-Massamaflautes, pero en los pequeños detalles está el amor.

Porque a tu mejor amigo también le regalarías entradas para un partido importante, pero ¿a que no le dejarías en su almohada una nota de amor, ni le enviarías un mensaje sugerente, algo así como que no llevas bragas y que tienes ganas de que llegue de trabajar? Pues a eso me refiero.

La pobre mujer, mi abuela, tiene un disgusto enorme porque mi novio no le pedirá permiso a mi padre cuando queramos casarnos, y aún no ha levantado cabeza desde que le di la noticia de que queremos vivir juntos.

Vale, eso a nosotros nos suena un poco carca, pero os digo que mi abuelo ha tenido detalles con ella cuando eran novios, que ninguno y ninguna hemos tenido con nuestras parejas.

Ale, preguntad a vuestros mayores y recapacitad, insensatos.



¡Aquí me encontraréis!

Instagram

viernes, 5 de diciembre de 2014

Cuando no sé sobre qué escribir

A veces ocurre que, al querer publicar todos los días, paso por un período de sequía literaria.

Y me pasa en dos ocasiones determinadas: cuando verdaderamente no sé sobre qué tema hablaros, o cuando tengo tanto dentro de mi cabeza que no sé cómo gestionarlo para que salga ordenado y con sentido.

La verdad es que no busco escribir bonito, cosa que me revienta, y que ha hecho que rechace varios blogs de autores a los que les importa más crear belleza en lo que escriben, que el que sus lectores encuentren sentido a sus frases, pudiendo llegar a sentirse identificados en ellas.

Paso por período de sequía muchas veces, pero son períodos cortos, de una hora o dos.
Enseguida me siento, cojo el móvil, y empiezo a buscar. Hay que encontrar la manera de inspirarse, y a mí me va muy bien entrar en Twitter. Sí sí, Twitter, no es broma.
Porqué cada uno twitea lo que le preocupa, lo que le entristece, le hace feliz, o lo que le está pasando en ese momento. Y yo he encontrado ahí una verdadera fuente de inspiración. Creo que todas las entradas de lo que quedan de mes han sido fruto de una exploración exhaustiva en Twitter.

La inspiración llega cuando llega. Aquí me tenéis,  sentada cara al ordenador en la cocina, capuccino en mano, tecleando como una loca. Hace poco leí una frase que venía a decir algo así como que la gente escribe sobre lo que le duele, pero yo no estoy totalmente de acuerdo, aunque me encanta.

Hay veces, en los que me vengo arriba, mi mente sale de mi cuerpo y me imagino siendo la autora de una obra rompedora, que atrae a mucho público, presentando mi libro en Fnac. Pero no lo creo, jamás pensé en dedicarme a esto profesionalmente entre otras cosas, porque no sé si tengo poca imaginación, o es que tengo tanta que mi cabeza es algo así como una habitación completamente desordenada en la que no sabes por dónde empezar a ordenar. Qué va qué va. A mi me van los niños. El mundo infantil es lo mío, pero se ve que ese sector también está pasando por una sequía importante, y de momento como he dicho en varias ocasiones, toca esperar un poquito más.

Admiro a la gente que ha podido dedicarse verdaderamente a lo que le gusta, ganándose la vida escribiendo. La admiro tanto porque sé que es un mundo muy complicado y exigente, y es muy difícil hacer sentir a los lectores cosas a través de un libro. Pero me parece algo mágico. Esto va de que tú te sientas a escribir, vomitas todo lo que tienes en tu cabeza a través de tus manos, y alguien te lee y ríe, llora, siente felicidad, o tristeza.

Hay escritores al os que admiro tanto que hasta los odio un poquito.

Así que yo, desde mi humilde blog, seguiré escribiendo lo que se me pase por la pelota, para que aquéllos que me leéis paséis un ratito agradable, o desagradable, no sé, eso ya es cosa vuestra.



¡Aquí me encontraréis!


Instagram

jueves, 4 de diciembre de 2014

Las historias de amor de las películas...

…sólo ocurren en las películas. Y las de los libros, en los libros.

Conozco chicas, que después de una maratón de azúcar, como llamo yo a ver dos o tres películas de amor seguidas, de repente piensan que el que hasta ahora había sido el amor de su vida, ya no lo es.

Y eso pasa porque cuando vemos una peli o leemos un libro en la que todo es brillo y corazones de algodón, idealizamos algo que no tenemos, que suele ser ficticio, y que añoramos. Y envidiamos, dicho sea de paso.
Pero no nos podemos olvidar, queridas amigas, que esos que salen por la pantalla plana de la tele son actores, que no se quieren, que están dirigidos por un guión, y que además cobran por complicarnos la vida y rayarnos la cabeza.

Y que cuando leemos un libro, los personajes se van a esfumar en cuanto lo cerremos por última vez, y sólo perdurarán en nuestra imaginación y en la de la autora. Porque no sé si os habéis dado cuenta, pero casi todos los libros en los que él es un caballero andante, con un torso para rallar queso, y que pone a su amada mirando para Cuenca siete u ocho veces al día (qué santa barbaridad), igual que el chico duro, que está cañón, y que de repente, conoce a una chica de físico normalito y se enamora hasta el punto de querer dejar atrás todos los aspectos de su vida anteriores, para dedicarse única y exclusivamente a ella, siempre son mujeres.

Normal, porque ellas escriben lo que saben que va a gustar y nos va a hacer babear, y tienen razón.

No, tampoco sé de multimillonarios sádicos que se enamoren de estudiantes recién licenciadas y de un día para otro conviertan su vida en un jardín del Edén con angelitos tocando el arpa. Aunque no conozco a ningún multimillonario, pero vamos, que no creo que sea así.

No os enfadéis si vuestro chico no os abraza y os dice lo imbécil que es por haberos hecho llorar después de una bronca, ni tampoco se la liéis si os regala algo poco romántico pero muy práctico como yo qué sé…un pijama. O una colonia, en vez de un anillo de 12000€.
Que los lleváis locos, a los pobres.

No os creéis falsas expectativas, que sólo ocurren en los libros o las películas. Tened siempre muy claro que estáis con quien estáis porque lo queréis tal y como es, y él os quiere por ser como sois. Y un día, sin historias irreales de por medio os elegisteis,punto pelota.

Él no es Christian Grey, querida, pero igual tú tampoco eres la Kournikova (¿la habéis visto? Dios de mi vida qué buena está la mala perra), qué cojones.

Ellos no tienen la culpa de que seamos unas soñadoras empedernidas y de que nos guste una buena sobredosis de azúcar de vez en cuando. La mayoría de las veces no van a reaccionar como los personajes ficticios, así que evitaros actuar como las de los libros. 

Porque tu churri no va bajarse los pantalones después de una bronca diciéndote que él es el culpable de todo, que no es absolutamente nada sin ti, que tú has hecho que su vida cobre sentido porque hasta ahora había estado vacío y blablabla, si has sido tú la que la has cagado, sólo para arreglarlo. A lo mejor los pantalones se los baja, pero para otra cosa. Ni tampoco va a comprarte una empresa. No fuerces esas situaciones mujer, que él es humano.

Y si a mitad peli o libro veis que no podéis dejar de comparar y que de repente vuestra historia de amor empieza a no gustaros… ¡chapando y a otra cosa mariposa! 
¡Es una trampa, sin duda!



¡Aquí me encontraréis!

Instagram

miércoles, 3 de diciembre de 2014

El mar

El mar me pone mística. Mi otra mitad se ríe, pero es que es verdad.

Porque tú lo ves ahí, tan grande él, que impone. Traga barcos en horas, aviones que se estrellan...y después parece que no ha pasado nada.
Cuantísima gente hay bajo el mar (muy sádico, pero es verdad).

Me siento muy muy pequeñita cuando veo el mar, y me hace pensar.
Puedes pasarte años sin ir a verlo, pero él siempre está ahí. Tan inmenso, tan hondo, tan tranquilo…según como lo veas. Llenito de pequeñas gotas.
Si coges agua en una botella o un cubo y la separas del resto, al mar le da igual.
Me encantaría tener en mi casa un acuario lleno de agua de mar. Para tener un trocito de mar en mi casa.

Me encanta ir allí, paseando, sin prisa, y sentarme a pensar.

Y me da buenas vibras, como digo yo, porque trasmite mucha paz. Si lo tuviera más cerquita iría cada semana, acompañada o sola. Es algo mágico.

Pero a la playa no. No no, al mar.
La playa…me da mucha grima, asquillo. Porque tú vas ahí, te quedas en biquini y ale ¿ahora qué?…ves a las guiris tostándose al Sol cual lagartija todas espatarradas, venga la cerveza y venga el bronceador, de repente tienes arena en partes de tu cuerpo que no han tocado la arena.
Qué aburrido.
La gente lee, duerme, escucha música…yo me aburro como una mona. Por eso no voy. Si voy, iré, pero no a tostarme al Sol, sino a hacer algo más productivo. Y es que vosotros no veis la playa como la veo yo. Yo empiezo a verla como una forma de ganarme la vida, y la verdad, eso sí me hace un poco de ilusión.

Y lo ves y piensas, ¿de verdad tenemos esto? El mar es lo que nos une con la gente de otros continentes, incluso con la gente que está al otro lado de la pelota.

Qué bonito es cuando está tranquilo. Pero qué cañero se ve cuando está enfadado. Olas enormes que chocan contra las rocas y tú dices halaaaa, qué chulo. Poesía visual, que decía aquél.

Porque el mar es como las personas, en el fondo. Tiene una parte brava y una mansa. Y no sé cuál de las dos caras del mar me pone más mística.

Si te sientas, el puto mar te hace plantearte tu vida entera. Porque piensas yo soy como una de las gotitas que lo forman, voy y vengo como las olas, y si me voy a otro lugar, al resto le da igual, a penas se notará. Como las gotitas de agua que forman el mar. 

Y una vez allí, da igual si has hecho algo bueno o malo.Da igual los motivos por los que hayas ido a verlo. El tiempo pasa muy lento o muy rápido, según con el ánimo que vayas.

Es el lugar que más paz me transmite.

Creo que necesito ir más a ver el mar.


¡Aquí me encontraréis!


Instagram

martes, 2 de diciembre de 2014

Roma

Arriiiiiiivedeeeeeeerci Roma. La canción más bonita que he oído sobre esa ciudad.

¿Existe, en todo este redondo planeta, lugar más bonito que Roma? No.
Desde muy muy pequeñita tengo la esperanza, más que la ilusión, de visitar algún día Roma.

Roma es amor al revés. Ya está. Me sobran motivos para ir.

Cogerte un avión y plantarte en Roma. Es que hasta el nombre es bonito, R O M A. Respirar el aire de allí, pasear por sus calles de adoquines…jolín.
Y la lista. La lista de cosas para ver. Sí sí, tengo una lista.

Mi Coliseo…el anfiteatro más grande construido durante el Imperio Romano, que ofreció espectáculos de fieras y batallas de gladiadores durante más de cinco siglos.

La Fontana di Trevi, para poder tirar moneditas y contribuir a la riqueza del gobierno italiano, no para nada más, porque yo creo que si quieres volver a Roma, deberías meter moneditas en una hucha y no en una fuente.

El foro romano, que sí, que son rocas y columnas viejas, pero hay que desear mucho mucho ir para no pensar así, y que hasta eso te parezca bonito.

El panteón de Agripa. Aún recuerdo cuando lo estudié. Construido por Adriano en el año 126, es el edificio mejor conservado hoy en día.

Las catacumbas de Roma. Algo sádico, pero historia pura.

El Trastevere… ¡qué barrio tan bonito!

Y bueno, el Vaticano. Porque cuando saqué un 10, en negrita y subrayado, en el examen de arte que trataba sobre el arte romano, le juré a Miguel Ángel ante los apuntes, que iría a verlo algún día.

Y ver el circo Máximo, meter la mano en la famosa boca de la verdad, subir hasta el Castillo de Sant’Angelo, admirar las vistas desde Gianicolo, subir la escalinata de Plaza España, correr por Plaza Navona, hacerse fotos junto a la Loba Capitolina…

Vacaciones en Roma, Caro Diario, Ladrón de bicicletas, La mejor juventud, Gladiator, Ángeles y Demonios…todas. Me las he visto todas. Todas las películas habidas y por haber ambientadas en Roma.

Y también me la he visto enterita desde casa. Bendito sea Google Earth. Mola decirle a tu madre me voy a Roma, avísame para cenar.

Y aunque no lo hago nunca, me he metido en Youtube y he encontrado el video que más me ha gustado del mundo mundial, y que he visto algo así como cinco veces.

Ay…




¡Aquí me encontraréis!

Instagram

lunes, 1 de diciembre de 2014

Esos días

Qué malos son esos días en los que todo te pesa. Que te pesa hasta el alma, que diría alguna folklórica.

Me refiero a esos días en los que todo está negro. Y lo más curioso es que no todo está negro, pero en esos momentos perdemos la capacidad de ver más allá. Algo así como la lucidez.

Hay días en los que te levantas y desde que abres un ojo, sonríes.
Sonríes porque sí. Porque estás viva, porque tu familia está bien, porque él está bien, porque por casa las cosas van mejorando..., y viendo todo eso, piensas que en general tu vida está bien, y te sientes contenta por ello, aunque lo que tú más ansías parece que no llega nunca.

Pero hay otros…ay los otros…hace unos días pasé por un par de días de esos.

También hay días en los que te levantas y dices joder, otro día más, y el móvil sin sonar. Y todos tus males se reducen a uno; benditas las ganas que tienes de poderte ir a trabajar. Pero benditas de verdad, no en plan irónico.
Porque a la vez que estás enviando curriculums a empresas varias, te estás dando cuenta de que no sirve absolutamente para nada. Siempre habrá alguien con más enchufe que tú, con un curriculum mejor que tú, o simplemente que esté en el momento y lugar adecuados, cosa que tú no. Y es que ya no sabes cuál es el momento y lugar adecuado, o almenos cuáles serán el momento y lugar adecuados para tí.

Y te entran unas ganas enooormes de ir y comprarte el capricho más guarro y con mayor índice calórico (el que más engorde, coño), del supermercado, algo así como un donut de chocolate, relleno de chocolate, con fideítos de chocolate por fuera, pero luego recuerdas que estás a dieta y entonces es cuando dices ay, me quiero morir.

Y lo pagas con todo dios. Pero hasta con la pobre comercial que te llama para ofrecerte una oferta de no se qué coño (con esa más). 
Pero tampoco es tristeza, es algo así como bajón-empanada mental. Estás asocial, así lo llamas tú, porque no te apetece estar con nadie, pero a la vez es cuando más necesitada estás de mimos. Pero sólo mimos. Sin hablar. Joder, qué complicada eres, chica.
Y no tienes ganas de hacer nada, porqué todo tiene más importancia de la normal, y todo te importa una mierda. Lees y a las 10 páginas tienes que volver atrás porque no te has enterado de nada.

Oye es que te sabe mal todo, sientes empatía por demasiada gente, y eso te amarga la vida.

Pero bueno, afortunadamente esos días son pocos, ocurren una vez a las tantas. Y poco a poco, sin darle demasiada importancia, pasas de puntillas, y de repente un día vuelves a estar bien, a sonreír, y a encontrarle sentido a todas esas cosas que ayer o anteayer no la tenían.

 De repente las cosas tienen parte positiva.

Aunque te hayas quedado sin el donut de chocolate, relleno de chocolate, con fideítos de chocolate por fuera, y el móvil tampoco haya sonado.

Yo creo que lo importante no es evitar los días malos, sino no perder la capacidad de salir de ellos y volver a sonreír.



¡Aquí me encontraréis!

Instagram